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La iglesia como teatro de liberación

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Nota editorial: Este es un fragmento del libro Un Testimonio Visible: Cristología, liberación y participación, pp. 195-199.

A lo largo de la historia, el escenario y el altar han sido amigos y enemigos, contendientes y aliados, espacios sagrados y espacios profanos, contradicciones y a veces extensiones del uno al otro. La iglesia primitiva luchó contra el teatro. Algunos estudiosos incluso argumentan que la iglesia primitiva es responsable de la desaparición del emergente arte grecorromano. El teatro era percibido como un espacio de vulgaridad, carnalidad y mentiras. Durante un tiempo, esto dio lugar a una falta de voluntad para reconocer que el discurso y la acción en el teatro tenían los posibles valores pedagógicos de la representación, la imaginación y la crítica de la realidad. La iglesia medieval sentía las mismas tensiones. La cuestión entonces era cómo proclamar y enseñar la fe sin desacralizar los lugares santos litúrgicos con herramientas culturales, como el teatro, que estaban tan cerca del paganismo. La iglesia finalmente incorporó el teatro como una estrategia pedagógica para contar las historias bíblicas, y se convirtió, con cautela y crítica, en parte de los momentos litúrgicos populares del calendario cristiano.

En América Latina, el teatro es una liturgia cultural densa, rica en imágenes sociales y religiosas. Una de las voces más importantes del teatro latinoamericano es el director, dramaturgo y teórico Augusto Boal. Boal desarrolló una concepción provocativa del drama y el teatro como instrumentos para el cambio social. De este enfoque surgió el Teatro del Oprimido, una representación estética y práctica de la realidad que tiene como objetivo producir un cambio social y político. Pretende crear lugares dramáticos en los que mujeres y hombres representan situaciones humanas comunes para proyectar la posibilidad de una vida, una sociedad o un país más justo e igualitario. Vivir como un ser humano es vivir un drama de ensayo de realidades posibles. Una originalidad central de este teatro es la capacitación del espectador para confrontar y ensayar soluciones a sus problemas. El espectador ya no es un mero miembro del público, un agente reflexivo y consumista del arte burgués. En cambio, está llamado a dejar una postura pasiva y convertirse en parte integral de la actividad dramática. El espectador es también un actor. Mejor aún, él o ella es el “espec-actor.”

En el Teatro del Oprimido, “oprimido” no es una categoría conceptual genérica. Se refiere a los individuos o comunidades que no son capaces de dialogar, trabajar, comer, sobrevivir o avanzar hacia sus aspiraciones. Se les elimina por razones culturales, políticas, raciales, étnicas, económicas y sexistas. Estar oprimido es una condición de múltiples capas de estar restringido por otros sin la capacidad de decidir cómo vivir y prosperar. Una persona puede ser alternativamente el oprimido en una situación y el opresor en otra. Un ejemplo de esto es el caso del trabajador varón que apenas puede mantener a su familia y es explotado bajo la amenaza de ser despedido por una empresa, y en su casa abusa a su esposa físicamente y emocionalmente, convirtiéndose en un opresor bajo la lógica del patriarcado.

La sociología de la opresión es relacional con causas históricas, políticas y sociales. La opresión existe en la medida en que hay relaciones de dominio. El Teatro del Oprimido tiene como objetivo presentar escenas de la vida en las que la creación y formulación de relaciones alternativas desafían la definición de la realidad del opresor.

El teatro es la praxis, un acto físico que reproduce modelos de vida social. La iglesia habita un espacio social de contraste cuando sus miembros viven en el poder del Espíritu Santo una realidad social diferente: es una comunidad que no ensaya las opresiones dominantes o minúsculas del mundo. Como compañía de actores, la iglesia interpreta el drama del por venir eterno; es un testimonio comunitario de la realidad de que otro mundo es posible, caracterizado por personas justificadas que actúan con justicia, siendo así “espec-actores” visibles de la actividad de Dios que hace justicia.

La iglesia como teatro de liberación es una comunidad que ensaya la vida en el imaginario social de la redención.


En este vídeo les comparto por qué y para quién escribí el libro Un Testimonio Visible.

https://www.facebook.com/JulesAMartinez/videos/10157075088107825/